Estamos viviendo un tiempo litúrgico que para mí en lo personal es maravilloso.
El adviento como tiempo de espera, me hacer reflexionar mucho más sobre la importancia de Cristo en mi vida, invitándome a preparar mi corazón para recibirlo. Debo admitir que no siempre estoy lista ni bien dispuesta. Imagino que como a muchos que caminamos diariamente un camino de fe, a veces los malos ánimos y el poco entusiasmo tratan de tirar por el suelo cualquier intento por vivir intensamente este tiempo.
Ayer celebramos el tercer domingo de Adviento, en el cual se nos invita a estar alegres (Gaudete), a dar gracias por las bendiciones recibidas, a fiarnos de la bondad del Señor. ¡A sentirnos alegres porque cada vez nos acercamos más a ese gran día del nacimiento del Rey de reyes! Y que mejor cosa que coincidir con el encendido del "Belén" de nuestra querida amiga Olga Valladares en Santa Lucía, una tradición que siempre he calificado como hermosa.
Este año, me he quedado con la imagen de la Virgen, San Jose, y el niño, huyendo hacia Egipto. Pienso en los problemas que hoy día siguen teniendo miles de madres para dar a luz a sus bebés, para mantenerlos y darles una vida digna, y muchas otras, sin deseo alguno de verles nacer. Además trato de hacer mía esa capacidad de nuestra Señora de abandonarse en las manos del Padre, de obedecerle en todo, de guardar muchas cosas en su corazón, aunque no las entendiera. Cuán difícil es tener esa fe enorme y bien enraizada en Dios!
Cada escena del Belén, tiene una razón de ser, porque de la misma forma que ha sucedido conmigo, interpelará a otros sobre su realidad, sobre la historia que Dios ha permitido y sigue permitiendo en sus vidas, en sus proyectos y sueños.
Las manos que han dispuesto cada pieza, cada figura, cada escena y ambientación en el Belén, han permitido que anoche yo haya reflexionado un poco, que haya regresado a casa con un sentir nuevo sobre este Adviento. ¡Gracias Olguita, gracias Renán por permitirme compartir estos momentos especiales junto a ustedes!
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