Para los que vivimos en crisis, las buenas noticias saben a gloria. Me refiero no solamente a crisis financieras, sino a crisis emocionales, espirituales, y a veces hasta sociales.
La buena noticia de hoy me vino como resultado de una llamada que hice a una gran amiga radicada en Estados Unidos, con un estatus migratorio hasta hace poco incierto. Después de casi 8 años, sus papeles de residencia finalmente saldrán...que bendición más grande! Ha pasado tanto tiempo desde que el paso del Huracán Mitch marcó la historia de Honduras, y al igual que Lis Figueroa, muchos compatriotas migraron a Estados Unidos en busca de un mejor futuro, no necesariamente material, sino un futuro en donde podemos sentirnos realizados con nosotros mismos, más completos, felices de ver el resultado del esfuerzo y trabajo arduo!
Trato de retroceder en el tiempo y pensar en los últimos 8 años de nuestra amiga...cuánto se ha sacrificado, cuánto se ha perdido, cuánto se ha esperado muy pacientemente, con la fe en que todo saldrá bien a pesar de lo difícil que se vuelve vivir en tierra extranjera. El costo del desarraigo es incalculable; la ausencia y el vacío de los que se van, no se puede medir en términos comprensibles para la razón humana. Se quedan las madres, padres, esposas, abuelas, hijos, hijas, hermanos y hermanas, tíos y amigos entre muchos...esperando el regreso, deseando que no sea la simple remesa, la única que marque el ritmo de la buena o mala economía del ausente.
Para los amigos el dolor no es tan grande como el de la familia, y después de un tiempo llegamos a acostumbrarnos a las ausencias. El gran reto que tenemos es seguir alimentando la amistad a pesar de las distancias, y pedir en nuestras oraciones que los hermanos que un día partieron buscando un mejor futuro, puedan regresar no como "deportados", sino como dignos ciudadanos por haber logrado el sueño propuesto.
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