Muchas veces nos hemos preguntado esto: merece la pena vivir? ¿A qué venimos al mundo? ¿Por qué seguir engendrando y estar abiertos a la vida?. Los problemas, las crisis, las enfermedades, las guerras, los dolores y sufrimientos humanos, nos mueven a dudar sobre el valor y belleza de la vida...la carne duele y se agota, aun cuando el espíritu desea salir a flote. El materialismo y el consumismo nos han convencido que sin hijos, o sin muchos hijos, las parejas serán más felices, productivas y solventes.
La experiencia indirecta (hasta este momento), me ha probado lo contrario. Porque no es solamente con dinero que se logra la felicidad plena, ni con deseos o proyectos egoistas, en donde los hijos no tienen cabida.
Cada vez que veo la expresión de una madre al ver a su criatura recién nacida, me convenzo que realmente la vida es más que presupuestos y proyecciones monetarias, más que relaciones financieras y flujos de efectivo. Lo que el mundo necesita es más amor y menos egoismo; como personas, necesitamos amar y ser amados. Las madres que abortan serán siempre madres de hijos muertos, cómplices y víctimas de uno de los peores crímenes que existen: matar a un ser completamente indefenso.
Bienvenida al mundo Cora Ivy! El camino no será nada fácil, pero vale la pena recorrerlo!
Fotografía de Nelly Youngberg
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