Dicen por ahí que nadie regala lo que no tiene, es algo así como decir : “no le pidas manzanas al palo de mango”. Esta tarde después de mi acostumbrado almuerzo en casa, me encontré con una anciana que se encontraba pidiendo limosna en el camino. En un país como el nuestro (donde 80% de la población es pobre), todos y todas podrían pensar que este tipo de cuadros o escenas ya forman parte de nuestro paisaje o entorno cotidiano, y que prácticamente estamos muy acostumbrados a ver tanta pobreza, o inclusive indigencia. Sin embargo, esta vez fue completamente diferente para mí. Aquella anciana reflejaba el cansancio de más de 85 años y el trabajo de más de 70. Sentada en una rústica piedra, con sus flacas piernas abiertas, dejaba ver claramente la desnutrición acumulada en su cuerpo (posiblemente no pesaba ni las 80 libras), su cabello color gris enmarañado y sucio, demostraba el andar y rodar de varios kilómetros de calle, cuando apenas estaba empezando la tarde. La carne color ceniza, pegada a sus huesos, confirmó una vez más su estado de desnutrición. Lo único que la acompañaba era un bastón de palo y unos cuantos trapos (posiblemente para limpiar el poco sudor que podía transpirar). El verla me impactó de inmediato; en ese momento no pude concebir como una hija de Dios, estaba allí en ese estado, completamente sola y totalmente enferma. Me acerqué y le pregunté su nombre. Volvió su vista hacía mí y me atrapó con su mirada; a pesar de sólo tener su ojo derecho sano, me atrapó. El ojo izquierdo era color blanco, por lo que asumo, estaba cubierto por catarata. Por si no fuera suficiente aquel cuadro, pude deducir además que estaba algo sorda o loca, pues no dejaba de hablar sola, y todavía no respondía cual era su nombre. Me dijo ”sí así es hija, necesito dinero para comprar comida y ya casi no puedo caminar”. Insistí en preguntar su nombre y me saqué un pinche billete de 10 lempiras. Finalmente, y como si el billete fuera su mejor incentivo, se incorporó y empezó a dar pequeños pasos hacía mí. Pregunté su nombre por tercera vez, y en un balbuceo salivoso, logré escuchar “María”. A medida se acercaba a mí, no despegué mi mirada de la suya, y en un instante supe que lo único que le faltaba a aquella mujer, era dinero. Por alguna razón que desconozco, esa anciana, sin decir nada, me transmitió paz y felicidad. En poco segundos, me dio lo que mucha gente no tiene en este mundo tan agitado. Decidí de inmediato que al darle el billete, tenía que tocar su mano. En un intento torpe por tomar el billete, finalmente alcanzó mi mano. Le entregué el billete de 10, la toqué y me sonrió. Finalmente me dijo : “Que mi Cristo la proteja de esos hombres que andan en la calle” Me retiré, y con la sonrisa de María grabada en mi cabeza, supe una vez más, que el dinero no es todo en esta vida.
Escribo de manera extemporánea sobre mi cirugía de tunel carpiano, ahora que ya estoy de regreso en el trabajo, y con las ganas de recuperarme totalmente. Para los que desconocen sobre el Síndrome de Túnel Carpiano, pueden buscar más en Internet, pero se resume en lo siguiente: atrapamiento de los nervios, debido a un engrosamiento del ligamento que va en el túnel carpiano de la mano. Esto causa adormecimiento, debilidad, y dolor en la mano. La única solución es terapia (si no está muy grave) o cirugía. En mi caso, la mando derecha ha sufrido mucho después de 15 años de trabajo en la computadora (al parecer, el uso del "mouse" es traicionero). Inmediatamente después de la cirugía, pensé que la recuperación total sería más rápida de lo que realmente es. En mi caso, lo que más ha tomado tiempo, es la completa cicatrización de la palma de mi mano. A pesar de esto, ya estoy manejando mi viejo Ford Ranger y moviendo la mano de la manera más normal (sólo me molestan algunos movimie...
Comentarios
Saludos.
Gracias por recordarnos que la vida y las sonrisas son invaluables.