Llenas de expectativas, Anita y yo, llegamos a Copán Ruinas después de viajar en Hedman Alas por dos horas y media.
Tuvimos que tomar el bus en San Pedro Sula, y trasladarnos desde la zona del Lago de Yojoa, hasta esa ciudad.
La puntualidad de la llegada me sorprendió, tuve la sensación de que el viaje fue mucho más corto de lo que esperaba. Realmente Copán no está tan lejos, todo se trata de querer visitarla y no poner tantas excusas para emprender el viaje.
Saliendo del bus, fuimos recibidas por varios copanecos, ofreciendo opciones de alojamiento y transporte.
Decidimos caminar y disfrutar de las calles y el paisaje. De entrada me dí cuenta del privilegio que tienen las personas que viven en los pueblos de Honduras. La pureza del aire, y la tranquilidad que se respiraba, me movió a decirle a Anita que "La gente de aquí, debe vivir muchos años más que los capitalinos". Las puertas de par en par en muchas casas de habitación, y el acostumbrado saludo de "Buenas Tardes" de parte de cada copaneco, me hizo ver lo fríos y descorteses que nos hemos vuelto en las grandes ciudades, como resultado de la inseguridad y miedo bajo el cual vivimos.
Finalmente llegamos a nuestro destino: la casa de Erika Duke, nuestra querida amiga y compañera de estudios de bachillerato. De inmediato recordé cómo 9 años atrás habíamos visitado con mi madre, su casa y su querida Copán Ruinas. Seguidamente me prometí no esperar tanto tiempo para mi próxima visita. Con pocas cuadras de caminata, me convencí que Copán Ruinas merece ser visitada y conocida con más frecuencia. Si viene gente del otro lado del mundo hasta estas "Ruinas", por que nosotros debemos seguir esperando?
Comentarios
En verdad Copán Ruinas es una maravilla, vale la pena visitarla en varias ocaciones.
los citadinos admiramos las hospitalidad , la paz y la pureza ambiental de los pequeños pueblos. Pero, aún así, ¿Por qué no nos vamos a vivir a ellos?
saludos.